miércoles, 20 de abril de 2016

La Cruz de El Dorado de César Mallorquí



Argumento 

Este libro está ambientado a finales del siglo XIX y principios del XX. César Mallorquí nos embarca en una vertiginosa historia llena de aventuras narradas por un niño de unos 14 años, llamado Jaime Mercader.
La historia comienza en España, concretamente en Madrid. El padre de Jaime es un estafador de primera que enseña los quehaceres de ese oficio a su hijo (Jaime). Pues bien, el padre de Jaime se había involucrado en una estafa a gran escala, en la que intenta convencer a un marqués de que le vendía unas tierras que en realidad no existen.
Como el marqués se da cuenta de la estafa, Jaime y su padre se ven obligados a huir lejos del país, cruzando el océano Atlántico hasta Colombia en un barco llamado Covadonga. Para no gastar más de la cuenta, ya que se habían quedado con lo justo debido a que el padre lo había invertido casi todo en la estafa, se instalaron en la clase más baja. Pero el viaje se vio truncado. Una tormenta tropical amenazante surgió cuando se disponían a llegar a la costa, y el barco naufragó a escasos metros para llegar. Jaime, ya en el agua, vio a un árabe con el que ya se había tropezado alguna vez en el barco. Éste no sabía nadar y chapoteaba sin control hundiéndose cada vez más. Jaime, aunque dudando, fue hacia él y consiguió llevarle hasta la costa. Una vez en tierra firme se dio cuenta de que su padre no había podido salir del barco, y se quedó mirando el lugar del suceso junto a Rasul, el árabe al que había rescatado. Era un tipo alto y fuerte y con una mirada penetrante.
Tras descansar y pasar el mal trago de la muerte del padre de Jaime, ambos decidieron que deberían comenzar a trabajar. Y así lo hicieron. Se dirigieron hacia Barranquilla, el lugar al que quería ir desde un primer momento el padre de Jaime. Allí, Jaime comenzó a trabajar como “chico para todo” en el Salón Bombay de una vieja amiga del padre. Pero viendo que los beneficios obtenidos no le eran muy cuantiosos, decidió convencer a doña Caridad, la dueña del establecimiento, para ponerse a trabajar como crupier. Construyó una ruleta y puso una lámpara encima para iluminar. Pero eso tampoco le salió muy rentable debido a que sólo se quedaba con un 5% de las ganancias. Entonces para ganar más mandó construir unos mecanismos dentro de la ruleta y utilizarla a su antojo
Pero tal fue su mala fortuna, que en un día en el que estaba ganando mucho dinero, la lámpara se cayó encima de la ruleta y todos los allí presentes vieron el intrincado mecanismo de imanes que tenía preparado. Jaime se vio envuelto en un tumulto de gente que le quería matar. Entonces apareció Rasul como un ángel salvador y rescató a Jaime.
Debido a esto se ven obligados a huir a otro lugar. Se dirigen a Cartagena y se ponen a trabajar en el bar de un griego llamado Zolotas. Allí Jaime le propone un trato a Zolotas. Le da un porcentaje del dinero que gane como tahúr a cambio de que le deje trabajar allí. El griego accede y Jaime se convierte en el tahúr más conocido del lugar. Rasul recibe su parte a cambio de proteger a Jaime de posibles malos perdedores.
Un día como tantos otros, Jaime estaba desplumando a todo aquel se atrevía a retarle. Pero pasó algo muy extraño. Un anciano se le acercó y le dijo que si podía jugar. Jaime dijo que si tenía dinero para apostar, y el anciano le dijo que lo único que tenía era una vieja Biblia. Jaime accedió para darle una oportunidad. El anciano apenas sabía jugar y Jaime se quedó con la Biblia. Entonces el anciano al marcharse le habló sobre una cruz. Jaime no le dio mucha importancia y le regaló la Biblia a Zolotas.
El tiempo transcurrió, hasta que un día fue a preguntar al cura de Cartagena sobre la historia de la Cruz de El Dorado. Cuando supo que la cruz del dorado era una cruz de oro y esmeraldas de gran tamaño mandada construir por el expedicionario Iñigo de Saavedra. Comenzó a escudriñar la Biblia que le había regalado a Zolotas y a buscar en San Marcos como le había dicho el anciano, que por cierto se llamaba Tadeo Guevara. Tras mucho cavilar y buscar llegó a una conclusión. Se dirigió a la casa de Tadeo y buscó un cuadro de la virgen. Se acercó y se fijó que había grabado en él un mapa que recorría selvas y montes hasta llegar a un pueblo llamado Uiraracu. Allí se localizaba la cruz. Una vez memorizado el mapa, se dispuso a romperlo. Pero justamente cuando comenzó a hacerlo apareció una muchacha muy guapa. Decía ser la nieta de Tadeo, y que tras haberse enterado de la muerte de su abuelo se dirigió hacia aquí. Pero también preguntó por una Biblia y entonces Jaime dijo no saber nada. Pero ella insistió en que le habían dicho que era él el que la tenía. Entonces tras muchas discusiones Jaime tuvo que acceder y acordaron emprender la expedición conjuntamente.
Jaime informó a Rasul de lo ocurrido. Éste aceptó a ir aunque con alguna pega. Prepararon todo lo necesario y contrataron un barco para ir por el río. Pero cuando se disponían a salir hacia el puerto Jaime se vio envuelto en una incomoda situación. Un tal Tobías Welser al que le acusaban de ser el causante del naufragio del Covadonga. Éste se había enterado de lo de la expedición y decidió quedarse él con el tesoro. Obligó a Jaime a que le diese el mapa pero de repente Rasul (quien si no), hizo otra apuesta en escena y gracias a su gran valentía metió a Tobías y a sus matones en un habitáculo. Rasul y Jaime salieron rápidamente hacia el puerto y embarcaron. Los que componían la expedición eran: Jaime, Rasul, Antonia (la nieta de Tadeo), un guía y dos hombres fornidos que se encargaban de llevar el peso.
Tras pasar grandes riesgos llegaron al destino. Desembarcaron y, siguiendo al guía, se dirigieron hacia Uiraracu. Pero antes de llegar se encontraron con un inesperado suceso. Unos cazadores de esclavos les tendieron una trampa y les apresaron. Eran trabajadores de Tobías Welter, quien lo iba a decir. Entonces llegó Tobías y se ensañó con Rasul. Los demás sólo podían mirar como casi lo mataban a golpes. Después de la paliza le robaron el mapa a Antonia. Pero Jaime lo había previsto todo y el mapa que le había dado a Antonia era falso. Ya por la noche, estando todos maniatados en una jaula de bambú, un misterioso tuerto les rescató.
Esta fue la sorpresa de todas las sorpresas ya que se trataba del padre de Jaime. Éste les contó como consiguió sobrevivir y como perdió el ojo. Tras rescatarles Rasul incendió el campamento y mató a los pocos guardias que quedaban allí, ya que los demás habían partido hacia la Cruz de El Dorado, por un camino equivocado. De nuevo la expedición volvió a seguir su camino y por fin llegaron Uiraracu. Pero allí no encontraron ninguna cruz de oro. Con quien sí que se encontraron fue con Tobías. De nuevo le apresó y le tuvo cautivos en el pueblo. Exceptuando a Rasul, que había conseguido escapar. Jaime pasaba los días con la esperanza de que Rasul volviese a rescatarle. Pero Rasul no apreció. Tobías, al ver que no había cruz de oro, entró en cólera y mató a un paisano de Uiraracu. Esto desencadenó una venganza que llegaría pronto. Cuando los matones conducían a Jaime y los demás por la selva, se encontraron con una multitud de indígenas de pueblos similares a Uiraracu que buscaban venganza. Entre ellos re encontraba Rasul que fue quien les convenció. Dejaron marchar a los matones y se quedaron con Tobías.
La expedición volvió a Cartagena. Allí comenzaron a preguntarse por qué no estaba la cruz en el lugar indicado. Entonces volvieron a mirar la Biblia y encontraron algo en lo que no se habían fijado. Escrito con tinta invisible aparecía otro escrito más que les guiaba hasta la casa de Tadeo, concretamente hasta la tumba de su mujer. Cuando llegaron se dieron cuenta que en realidad el nombre de la mujer era “La cruz de El Dorado” pero con las letras cambiadas de orden. Comenzaron a cavar en la tumba y tras varias horas toparon con una caja. Era de grandes dimensiones. La abrieron y…….ahí estaba, La Cruz de El Dorado. A todos se les iban los ojos. Pero cuando se disponían a llevarse la cruz, el guía que tuvieron durante la expedición, y el párroco del pueblo llegaron. Les dijeron que la cruz había sido forjada con el oro que Iñigo robó al pueblo de Uiraracu entre muchos otros y, que por tanto, la cruz les pertenecía a ellos. Jaime y sus compañeros no tuvieron más remedio y les dieron la cruz. Así termina esta trepidante historia.



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